domingo, 14 de abril de 2013

Putas, paras y coca: apología a una historia que se escribe con sangre.

Qué jartera  leer un texto que habla mal sobre -cualquier cosa relacionada con- nuestra quieridísima patria hermosa. El mejor vividero del mundo, el Olimpo terrenal. Qué mamera, qué estrés, qué pereza escuchar a todos esos criticones que siempre van en detrimento con la imagen perfecta de Colombia. A esos malévolos,  que solo despiertan para dañar a este hermoso pueblito Surnorteamericano, les dedico este texto.


Desde hace muchos meses (y no exagero) el televisor que hay en mi cuarto solo sirve pa’ poner la toalla mojada después de cada baño. No lo he encendido desde hace mucho tiempo - espero no hacerlo por los próximos años- y la razón es que no encuentro nada atractivo en los programas. Discovery se convirtió en una programadora de megaminería; History en aliens y venta de antigüedades con la voz de Don Cangrejo; los nuevos capítulos de los Simpsons perdieron toda gracia; la programación nacional es una porquería (literalmente) y en general, prefiero estar sentado en mi computador escuchando música, viendo pornografía  o leyendo algún libro. El punto es, quienes  han entrado a mi habitación, saben que esa cosa solo estorba para pasar a mi biblioteca; es más, prometo que mañana mismo saco ese tiesto de mi habitación.


Siempre he visto con sesgo y desagrado las novelas colombianas, en especial, aquellas que se viene produciendo en los últimos años. Me cansé de escuchar siempre lo mismo: putas, drogas, paramilitares y en las peores ocurrencias, comedias con ese humor colombiano que -en el mejor de los casos- no pasa de ser invertebrado, sucio, mercantilista, ridículo, estúpido y que solo me provoca una especie de vergüenza ajena. Así es, en los programas colombianos no hay  absolutamente nada interesante (sin mencionar a los realitys, que son la prueba más clara de la infamia humana) y fue precisamente esto lo que me llevó a escribir este texto, pues en las últimas semanas he notado bastantes  comentarios, críticas y una gran polémica por una nueva novela de RCN, llamada “Los tres Caínes” que, según leí y vi en un par de capítulos por Internet, se trata de la historia de los hermanos  Castaños, quizá los paramilitares más nombrados en este país.


Está claro y al parecer es una obviedad que pocos entienden, que todas las novelas, series y programas que tratan el tema de la violencia y ese cúmulo de problemas y situaciones que se han escrito con sangre, solo son una apología a la tragedia, una exaltación al dolor y una antítesis que convierte en héroes macabros a los actores (tanto los ficticios como a los reales) que logra perpetuarse en las mentes (aclárese: uso el término de “mentes” sarcásticamente) de aquellos colombianos que disfrutan y encuentran en esa amalgama de escenas casi que putrefactas un espacio para relajarse y “compartir” en familia antes de ir a dormir.


Por más que lo pienso, no logro comprender cómo alguien es capaz de resistir más de 10 minutos frente al televisor encarretado con estas novelas. Pedro Pablo se enamora, tiene moza, mata gente, se acuesta con esta y con aquella, jura venganza, se estira el caucho, vuelve a matar, gana dinero, es narcotraficante, tiene un auto, le sacan primera y segunda temporada y finalmente toda Colombia termina enamorándose de aquel tipo justificando sus actos a partir de una ridícula y estúpida historia cuasiromántica, tan mala como la de Crepúsculo. Shakespeare vomitaría sobre el libreto de esa novela. Luego llega el patrón (curiosamente también se llama Pablo, ¡pobre Pablo!)  un poquito más gordo, con frases caricaturescas,  una pinta igualita a algún personaje querido por muchos, con un argumento y proyección a la gloria que finaliza con una muerte injustificada, o al menos así  se quiso mostrar. Al parecer la imaginación de estos canales se fue agotando y como último recurso para no quemar más la imagen de aquel Pablito, agarraron una historia mucho más sangrienta, mucho más tenebrosa y mucho más reciente. Los tres Caínes, ¡qué éxito! ¡Maravilloso! ¡Bravísimo! ¿Qué podría vender más que una telenovela basada en paramilitares? Gustavo Bolívar es un genio en la venta de novelas. Sin embargo, pareciera como si la palabra “Caínes” que la imprimen como un adjetivo, se robara toda la atención y le inyectara esa energía que se necesita para vender la serie. Es una invitación a recordar la historia de Caín y Abel, en donde la sangre representa la exquisita trama y el castigo de un dios cualquiera le da el toque dramático. ¡Pero es obvio! No la hubiesen podido llamar “Los tres Castaños” ni “los tres hermanos” ¡NO! Eso no vende y hay que admitir que en Colombia hasta aceptamos humildemente una patada en los testículos con tal de que nos haga sucumbir ante una hermosa historia de amor.


¿Por qué?; ¿se lo han preguntado?; ¿por qué en Colombia hacen ese tipo de novelas? Eso es muy fácil de responder: porque se venden. Porque la gente ve esas novelas. Porque la gente siente odio, amor, tristeza, angustia y un montón de sentimientos y emociones al ver esas novelas. Gustavo Bolívar lo dijo muy claramente y estoy totalmente de acuerdo con él  <<la televisión es una industria […] los canales ponen lo que la gente quiere ver. No es verdad que la gente esté diciendo “no queremos ver más programas de ese tipo” y no es verdad porque el rating lo refleja>>  y sinceramente sería una pérdida de plata poner algún programa cultural porque acá nadie vería eso. En Colombia no se lee, no se escribe y ni siquiera se aprecian los programas culturales. Es una contradicción total: Colombia y cultura son casi que antónimos (estoy seguro que ahora me van a discutir diciéndome que Colombia es pura cultura porque tenemos grupos indígenas, porque tenemos bailes folclóricos, porque la gente es muy amable o cualquier otra excusa barata para hacer ver a este país como un país culto –que NI en las curvas lo es-)  


La pregunta que rondaba por ahí era “¿Estamos listos para contar la historia de los hermanos Castaño?” yo creo que Colombia no está preparada ni siquiera para conocer la verdadera historia de su historia pero no lo digo pensando solamente en las víctimas o en el dolor que posiblemente cause, sino porque acá en este pueblo no se valora y mucho menos se le da importancia a la realidad. A veces pienso que estamos en un sueño, donde “Colombia es el mejor vividero del mundo”. ¡A ver Güevón! Sí, sí y sí se debe contar la historia, pero no exaltando ni convirtiendo en dioses a quienes mataron y derramaron sangre.  Mucha gente dice “a nadie lo obligan a ver eso, si quiere puede cambiar el canal” ¡qué cosa más estúpida! Ellos no van a hacer eso porque es mejor ver putas, narcos y paras. Mire usted cómo después de apagar un TV la pantalla no se pone negra sino amarilla de tanto morbo que se muestra en la programación colombiana. ¡Por favor! Hago un llamado a que dejemos tanta hipocresía y doble moral. Lo digo porque acá todos critican la novela, todos la odian pero la ven. La exaltan tan negativamente que terminan elogiándola.


La crítica no es directamente hacia la novela sino a toda la televisión colombiana y en especial a los colombianos (me incluyo ahí). No se trata simplemente de las novelas sino que hay todo un trasfondo que abarca una conducta y casi que una costumbre. En Colombia el morbo vende, el amarillismo vende, el periódico con la mujer empelota vende, la publicidad sexista vende… y es lógico que las empresas van a buscar cómo vender (y aprovecho para dar una crítica a algunos conocidos: ¡No sean Güevones! ¡Dejen de ser tan inocentes! ¡La culpa no se le puede echar toda a las empresas! De algo tiene que vivir y han encontrado en los gustos colombianos una excusa perfecta)

No quiero con esto justificar –ni mucho menos- toda la porquería que se vende y se comercializa acá. Pero de algo sí estoy seguro: mientras en Colombia se prefiera encender un televisor antes que leer un libro, seguiremos inmersos en una ignorancia que termina por justificar lo que sucede en este bello pueblito
"Diría yo, que una mujer inteligente siempre enamora sin importar su físico. Claro está, que hay mujeres que quieren aparentar ser inteligentes y terminan hablando cosas incoherentes y pierden todo su encanto... es más decepcionante aún si físicamente es atractiva. En tal caso, lo mejor es alejarse lenta y serenamente, ir a la biblioteca y leer un buen libro. Eso ayudará a equilibrar las cosas" E.J.
"A veces las personas evitan saludarme, y me causa risa ver cómo tratan de ocultarse. Lo mejor de todo es que me evitaron la molestia de saludar. Sería un gasto de energía innecesario fingir estar alegre por verle." E.J.