miércoles, 1 de octubre de 2014

Orgía en la casa de Don Luis



Amores baratos, moteles sucios y cosas que pasan

<<Las historias que se describirán a continuación no necesariamente fueron experiencias mías. Algunas son anécdotas de amigos, conocidos o las escuché por ahí. Agradezco a quienes confiaron y aceptaron que recreara los momentos. Espero que les guste>>

Segunda parte


Orgía en la casa de Don Luis



“¿Es sucio el sexo? Solo cuando se hace bien”
Woody Allen



¿Ahora qué? ¡Hagamos una orgía! ¿Alguien sabe cómo empezarla? Yo nunca he estado en una. Google lo sabe. ¡Acá está! Hay un tutorial que explica cómo empezar, el resto está en nuestra imaginación […]

¿Qué mejor que una orgía un domingo, en la noche, en la víspera de un día de estudio y lleno de trabajo? Sin ánimos de quedarme en casa, salí a caminar. Por fortuna no era día de partido, así que las calles estaban mucho más seguras.

Un domingo a las 8 pm la mayoría de bares y restaurantes de este pueblo están cerrados, decidí ir entonces al único lugar donde podía encontrar a alguien con quien hablar y subir mi estado de ánimo.

- ¿Qué dice Don Luis, Dónde es la fiesta?

Uno siempre sabe a quién preguntarle.

- Diga nada más qué hacemos, hermano.

Estaba acompañado de una mujer a quien había visto un par de veces, Juliana, si mal no recuerdo.

- Estoy algo aburrido. Tengo ganas de comer algo y tomar licor esta noche. ¿Se anima o qué?

Don Luis es la clase de sujeto al que uno le coge rápidamente cariño. No solo porque es igual de pervertido (libidinoso suena mejor) que uno, sino porque siempre está dispuesto a todo.

- Juliana, pero llámese a una amiga, porque yo acá de violín queda muy duro.

Insisto, uno siempre sabe a quién preguntarle. Sacó una libreta de apuntes y comenzó a buscar a alguna mujer que estuviera dispuesta a todo. Hizo un par de llamadas.

- Listo. Ya viene una amiga. Se llama Marta.

 ¿Está buena?

 Pues… tiene que verla.

Acá es donde uno concluye que no. Pero qué más da, es mejor dos para dos, porque tres es muy poco.

A eso de las 11 pm y después de haber comido bastante bien, llegó Marta. Se me antojó comprar rápidamente el licor. Una botella de tequila. Sí, con eso bastaría. Decidimos irnos para la casa de Don Luis, no sin antes pasar por la narguile, esencias –porque yo no fumo marihuana- y varios condones. Uno sospecha en qué podría terminar la noche, pero no hay que presionar las cosas.

Llegamos al apartamento y pusimos buena música. Abrimos la botella; comenzamos a tomar y fumar narguile. Don Luis estaba muy entretenido con Juliana y yo solamente quería seguir bebiendo. ¡Brindemos! Porque no todos los domingos son tan buenos. Después de varias copas, risas, historias y comentarios sexualmente sugestivos, dije “Bueno. ¿Ahora qué?”

Pues no sé hermano, ¿qué propone? - respondió Don Luis-

¡Hagamos una orgía! – propuse-

Todos estuvimos de acuerdo.

¿Alguien sabe cómo empezarla? Yo nunca he estado en una. –Pregunté- Seguramente Google lo sabe. ¡Acá está! Hay un tutorial que explica cómo empezar, el resto está en nuestra imaginación.

Uno siempre sabe a quién preguntarle.

Comenzamos por turnos. Cada uno se iba quitando las prendas a medida que respondía alguna pregunta de índole sexual. Vamos despacio porque somos tímidos y los tímidos no se apresuran en las orgías. Recordé que las mujeres se ponen muchas más prendas que los hombres. Don Luis y yo quedamos desnudos y las dos mujeres en ropa interior. Lógicamente, yo tapaba mi entrepierna porque hay que tener pudor. Juliana no lo pensó, se quitó la ropa y se montó en el sillón de mi amigo. Marta se quitó el resto de las prendas y dejó al descubierto un cuerpo esbelto. Uno sabe que Don Luis suele ser muy pasado, pero lo que hizo en ese momento fue épico. Mientras tenía a Juliana encima, miró fijamente a Marta y exclamó, “Uyyy, Marta, ¿qué es todo eso?”. Momento. ¿Eso es legal en las orgías? ¿Eso lo permite la constitución? La situación en resumen es que Don Luis estaba follando en ese momento con Juliana y en pleno acto morbosea a la amiga. ¡Maestro!

Entonces sucedió aquello a lo que todo hombre le tiene miedo. Algo que solo pasa en películas baratas. 

 No soy capaz. Lo siento –Dijo Marta, mientras se vestía-

 ¿Ah? ¡Qué! – Pregunté intrépidamente- 

No me siento preparada. Lo lamento mucho – Respondió ya con su ropa interior puesta-

Es indescriptible la sensación. Todo el orgullo y dignidad masculina se quiebran. ¿Cómo se supone que debo reaccionar? ¡mierda! Es una emoción fuerte y más  si al lado está un amigo y una conocida observando todo. Ahora entiendo lo que padeció Santiago cuando Aura lo dejó esperando. Supongo que así se sienten las mujeres cuando un hombre resulta ser polvo de gallo. Y si a usted, señorita, le sale uno así, muérdale un testículo pa’ que afine.

Comenzó a ponerse la ropa mientras se disculpaba tontamente una y otra vez. Me sentía muy perdedor.

¿Es en serio? ¡Marica! ¡Es en serio! –Preguntaba nervioso-

 Podría hacerte otra cosa – y miró fijamente a mi entrepierna-

Bueno, al menos es considerada” pensé. Asentí con tristeza y le dije que al menos se quitara la ropa de nuevo. Desnuda se arrodilló y tomó entre sus dos manos al que se alzaba fuertemente.

Me quedaría corto tratando de describir la siguiente escena. Solo diré que es hasta ahora, el mejor sexo oral que he recibido en toda mi vida. Las películas porno se quedan cortas. Nunca pensé que una mujer pudiese hacerme sentir semejantes cosas con solo su boca. De arriba a abajo con su lengua. Garganta profunda. ¡Los dos testículos en la boca! Movimientos circulares por todas partes. Mordidas delicadas. Una y otra y otra y otra vez. ¡Por Dios! ¡Qué felación! ¡Qué sexo oral! ¡Qué mamada! Yo no sé en dónde aprendió Marta a hacer eso, pero aquel arte deberían saberlo todos los seres humanos. ¡Marta! ¡Qué diosa del sexo oral eres! ¡divinidad mamadora!

Con esa explosión de sensaciones tan intensas, a los 10 minutos sentía que iba a estallar. Que todo iba a terminar y que llenaría la boca hasta tres veces. “No, no. Aún no. Piensa en el examen de mañana. ¡Mierda! Verdad que tengo parcial. ¡Jueputa! Esto se siente de maravilla. ¡El parcial! ¡el parcial! ¡Maldita sea, ya no aguanto más!” mordía mi brazo y me agarraba el cabello. De pronto, ella alzó su mirada. Frenó. Se vuelve a disculpar y me dice que no se siente capaz del coito porque hay alguien en su vida. ¿El novio? ¿el amante? ¿el tipo que le gusta? ¿la mascota? ¡Y a mí qué putas me importa!

- Marta, ¿Por qué no simplemente disfrutas del momento? – le dije mientras acariciaba sus senos-

 ¿Tienes condón? –preguntó ella-

(¿Que si tengo condón? ¡Una docena!) Yo tenía el condón listo. No hubo nada más por decir. Para ese momento, Don Luis se había ido con Juliana para un cuarto. La sala era mía para romper lo que quisiera, aunque claro, si algo salía roto, yo debía pagarlo.

Sin temor, hice hasta las poses prohibidas. Y la pasión consumió mi alma hasta convertirla en lujuria pura. ¡Qué quilombo! ¡pobres vecinos! Estábamos haciendo mucho ruido.

No aguanto más. Esto es demasiado. Estoy muy cansada –dijo ella-

Yo apenas acabo de empezar –respondí agitado-

Termina ya. Yo ya perdí la cuenta.

- ¿Dónde quieres que termine? Adentro ni loco. Que se pongan a parir lo tontos.

- Donde quieras.





Eyacular sobre el rostro es una de mis formas preferidas y ella me había dado autorización, pero preferí acabar en su cuerpo. Ella agarró con sus dos manos al que se erguía victorioso en aquella batalla y lo movió de arriba a abajo mientras lubricaba su mano con saliva.

3…2…1… y cuatro horas de acumulación salieron a 45 km/h cubriendo todo su pecho, parte de su rostro, cabello, sillón, pared, cortinas y piso. Parecía interminable. Era una llave abierta de espermatozoides. Ella, en un momento de éxtasis puro, restregó por todo su cuerpo aquel fluido de dioses con una expresión que superaba lo pornográfico. Acto seguido, pasó sus dos manos empapadas de semen por todo mi pecho. Entonces, no me quedó más que expresar casi que con un grito lo desagradable que era. Le reproché por completo.

¿Te da asco de lo que sale de ti mismo? – dijo inocentemente-

¿Usted se unta su propia sangre durante el periodo? –Pregunté molesto-

- No. ¡Qué asco!

- ¡EXACTO! ¡Por qué putas lo hizo! ¡Por Dios!  

No me juzguen. En el sexo todo debe ser conciliado. Es una cuestión de gustos meramente. Así como aquella mujer que ama el sexo oral pero por nada del mundo lo hace. Karen por ejemplo, mataría al hombre que eyaculara en su rostro, sin embargo, ella ama tener un squirt mientras le hacen sexo oral y dejar completamente mojado al tipo, como cuando a Luna lo dejaron escurriendo semen femenino (¡Sí! Yo sé que no existe el “semen femenino” es solo una expresión, señor literato).

Entre enfadado y extasiado fui a buscar papel con qué limpiarme y limpiarla, porque soy todo un caballero. Al regresar y encender las luces, vi el desastre por completo. Escena roja que se quedará en mi mente y en los cuentos e historias que solo algunos, muy pocos, conocen.

Me vestí. Ella ya estaba lista. Pedimos dos taxis. Nos despedimos de beso en la mejilla porque los extraños no se besan. Luego dijo “toda mujer fantasea con tener sexo con un desconocido” y se fue. Salí del apartamento silenciosamente para no despertar a los vecinos. Me fui dejando sobre la mesa un cuarto de botella de tequila y mil demonios en la sala.



“Las mujeres necesitan una razón para tener sexo. Los hombres sólo un lugar"
Billy Crystal

Lea aquí la primera parte. "Moteliando con una cuarentona"




@DrRascawillie


Si usted tiene alguna historia que quiera compartir puede escribirme a ejvallejof@gmail.com  

jueves, 17 de julio de 2014

Amores baratos, moteles sucios y cosas que pasan. Moteliando con una cuarentona

Amores baratos, moteles sucios y cosas que pasan

"El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores."  Woody Allen


<<Las historias que se describirán a continuación no necesariamente fueron experiencias mías. Algunas son anécdotas de amigos, conocidos o las escuché por ahí. Agradezco a quienes confiaron y aceptaron que recreara los momentos. Espero que les guste>>

                        Primera parte

Moteliando con una cuarentona

En ese momento, miles de cosas pasaban por mi cabeza. “¿Sexo tántrico? ¡dejate de güevonadas! Este no es el momento para proponerle a una mujer mayor ese tipo de cosas […]”

Decidir con quién, en dónde y cómo. Libertad sexual es sinónimo de respeto hacia mi cuerpo, mis sensaciones, mis deseos. Libertad sexual es tener la autonomía sobre lo que yo deseo sin dañar la integridad de otra persona (o las otras). Libertad sexual es tener una noche lujuriosa con la persona que se ama. Libertad sexual es follar sin involucrar sentimientos. (La poética de las palabras follar y coger; quien diga que son horribles, seguramente desconoce la palabra vulgar que se usa en Colombia para designar el acto sexual).

La primera vez siempre es difícil. Cuando pisé el motel cogido de la mano por una mujer 19 años mayor que yo, fue imposible no pensar en la posibilidad de encontrarme con algún amigo, familiar o peor aún, un ex-amor. 

Habíamos salido de una fiesta y teníamos una botella de Jack Daniel’s a punto de ser destapada para continuar la noche en la casa de Don Luis. La amiga de un amigo de mi amigo estaba allí, junto a dos mujeres. No la había visto antes y supuse que jamás volvería a verla; o quizá sí. Caminando por la calle, sonriéndole y pasando de largo. Dos tragos de whiskey. La miro. Es atractiva.

Después de unos minutos, estaba sentado junto a ella hablando de lo horrible que canta Jhonny Rivera. ¿Cuántos años tendrá? No debe pasar de los 30. No pienso preguntar. Cuando yo tenía 17 años, recuerdo, en una fiesta conocí a una mujer muy hermosa; despampanante. Era el centro de atención; los buitres fanfarrones asechaban intensamente hasta tal punto que se tornaban ridículos. Mientras bailaba con ella le pregunté su edad, “¿cuántos me ponés?” unos 24 años, le dije, “(risas) no, yo hace mucho rato pasé por ahí” ¡Cuántos entonces!, pregunté ansioso, “Mirá, ¿a vos te importa mi edad? Porque a mí no me interesa la tuya. Si los dos la estamos pasando bien y las cosas se dan, ¿qué importan los años?”.

Entablar una conversación con una mujer mayor no resulta difícil, quiero decir, una mujer de 40 años sabe lo que quiere y no se anda con rodeos, aunque siempre está el miedo de quedar como un muchachito tonto y puberto. ¿Que cómo sé que tiene 40? Ah, pues ella me lo dijo sin yo preguntárselo. “Tengo 40 años y estoy feliz con mi carrera”. ¡Mierda! Y yo que no quería saber. Resulta difícil encontrar a una mujer con esa edad, soltera, sin hijos y con un prospecto de vida brillante. Eso la hace mucho más interesante.

-      – Dele un beso –Grita un amigo
-     – ¿Qué? –respondo abriendo los ojos
-     – ¡Dele un beso! Usted no es capaz.

Porque así son los amigos. Todos clavaron la mirada en mí. Y no sé por qué, resulté juntando mis labios con los de ella.  

Después de unas horas y la botella vacía, se escribe en mi mente una y otra vez, “Bueno, ¿y ahora qué?”. Quiero hacer el amor contigo, dijo ella. ¿Hacer el amor? ¡Qué carajos! Eso suena demasiado romántico. Yo jamás he ido a un motel, le confesé. Yo tampoco es que tenga mucha experiencia. Está bien, vámonos, pidamos un taxi.

Un tipo soltero y con apartamento rara vez sale a moteliar, a menos, claro está, que lo haga como experiencia. Uno que no vive solo, le toca. Pero no se va a un motel a meditar ni mucho menos a rezar. Todos saben a qué van y punto. Cualquier otra consideración es basura. Eso tiene sus ventajas.

-     – Don Luis, présteme 50.000 pesos que no me alcanza
-      – Por supuesto, güevón. Que lo disfrute.

Resulta incómodo que la primera frase que uno escucha al llegar al mostrador sea “Son 50.000 pesos” o cualquier otro precio, dependiendo de lo que uno tenga en el bolsillo. Si quiere quedar como todo un príncipe, pues pague la de 150.000 que incluye espejos en el techo, cama de agua, una colección de las mejores películas de Esperanza Gómez y botella de vino barato. Y si cree que 50.000 pesos es el precio de un sótano, de un mausoleo, déjeme decirle que hay lugares que ofertan cuartos por 6.000 pesos, allá donde “la noche es larga y placer infinito”. Por eso, si quiere cámbiele el título a este texto, porque quizá sean algunos amoríos los sucios y los baratos sean los moteles.
En medio de tragos uno se desinhibe lo suficiente como para comentar con los amigos algunas fantasías sexuales. Muchas giran en torno a los tríos, orgías, lugares prohibidos y sexo con una mujer mayor. Algunos tienen que lidiar con relaciones esporádicas, sexo casual y periodos de verano. Otros como Andrés, lidian con niñas menores de 14.  Y así nos pasamos la vida imaginando un montón de cosas.

Pues bien, acá estoy. En un extraño lugar y con una cuarentona. Hay una cama con sábanas limpias pero uno sabe que está sucia por dentro, llena de recuerdos eróticos y restos de fluidos acumulados en el fondo.

En ese momento, miles de cosas pasaban por mi cabeza. “¿Sexo tántrico? ¡dejate de güevonadas! Este no es el momento para proponerle a una mujer mayor ese tipo de cosas. ¿Y si pongo música? ¡qué tipo de música!... Metal”  No. Solamente me dejo llevar; actúo normal, sin afanes, sin nervios, mientras de fondo se escucha gritar “¡jueputa, ah, ah, ah!” a Esperancita en el televisor.

Descubrí que las luces de neón pueden verse muy ordinarias y chocarreras en los moteles pero, a pesar de esto, el cuerpo pintado de azul y rojo que deja al descubierto la figura de una mujer vanidosa de 40 años, lo compensa totalmente. Su cabello largo, sus senos aún firmes, su abdomen, sus piernas, todo de ella es atractivo. ¿Que cómo es el asunto? Distinto. Todo es distinto. La piel es distinta, el aroma es distinto, el sabor es distinto, las palabras son distintas, los ritmos son distintos, los sonidos son distintos, la agresividad distinta, la suavidad distinta. Hasta el Eros que cubre la cama es distinto.

La habitación se llenó de demonios que aplaudían con lascivia semejante acto carnal. Los espíritus animados armaron una bacanal que terminó cuatro horas después, al igual que nosotros. Ver lágrimas en las mejillas de una mujer después de haber tenido un orgasmo produce una sensación muy extraña en mí. Dice que me tranquilice, que fue solo producto de la intensidad.

Mirando el techo mientras ella dormía me preguntaba “¿Y después de todo este desenfreno qué sigue?” No lo sé. Siento algo de miedo. A Luna le absorbieron media juventud por andar con mujeres mayores y no quiero terminar con esa cara de basuquero rehabilitado; como evangélico dando testimonio de vida. Miro el reloj, ¡Jueputa, jueputa, jueputa! las 5:12 am. ¡Despierta!, está muy tarde… o muy temprano. No responde. ¿Me voy? ¡No! Hablo más duro; mira la hora que es.

Salimos de aquel santuario sin nuestros dedos entrelazados. La tenue luz de aquel domingo en la mañana fastidiaba. Nos despedimos de beso en la mejilla porque somos desconocidos y los desconocidos no se besan. Paró un taxi. No quise preguntarle su número de teléfono. Ella tampoco lo hizo. Se fue.

Camino por plena avenida. ¿Ahora qué?  No voy a pensar en ello; En estos momentos solo me interesa estar antes de las 6 am a mi casa. 



@DrRascawillie

viernes, 6 de junio de 2014

Sueños Leviatánicos

“[…] ni artes; ni letras; ni sociedad; sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta.” Cerré de golpe el libro. Dejé sobre la mesa, junto al café caliente, el Leviatán de Tomas Hobbes; hacía frío aquella noche y decidí salir a caminar para despejar mi mente después de un día lleno de trabajo. La ciudad de noche era tranquila y los círculos de luz que forman los focos sobre el suelo me hacían sentir seguro.

Se podía escuchar el sonido que hacen los zapatos cuando pisan el césped mojado; el viento intentaba llevarse mi bufanda. Mi sombra se alargaba y se acortaba conforme iba caminando bajo los postes de luz. Crucé la calle sin prestar mucha atención y justo antes de subir al andén, me sobresalté al sentir que alguien agarraba mi antebrazo.

-          Regáleme una monedita que tengo hambre

Fueron las palabras de un hombre sucio y maloliente que arrastraba una carretilla llena de basura. Observé por dos segundos la mano que me sujetaba y noté las quemaduras que produce el bazuco en los dedos. “No tengo” dije, y halé mi brazo para soltarme. Seguí por la misma calle sin recordar que estaba en territorio equivocado si lo que buscaba era tranquilidad; al menos no de la que yo deseaba. Las miradas de las prostitutas que esperaban ansiosamente afuera de aquellas residencias de mala muerte se tornaron más que tediosas. “Debí de haberme quedado leyendo el Leviatán… maldita sea”. Aceleré el paso y lo sostuve hasta llegar al parque de la calle 67, oscuro como siempre -porque el alcalde de la ciudad piensa que comprar tres malditos focos cuesta una millonada- y abandonado, casi en ruinas. Los columpios se movían por culpa del viento y el ruido de las piezas oxidadas entonaban la melodía perfecta para una escena de terror de una película tipo B. Algo, no recuerdo qué, entre unos árboles que estaban a 30 metros, robó mi atención. Dudé por diez segundos o algo así y finalmente, por esas cosas de la curiosidad, decidí acercarme. Sentía un vacío en mi estómago que se intensificaba con cada paso, producto de la gastritis, supuse yo.  ¿Recuerdan cuando Kevin Lomax va a buscar a John Milton y las calles de New York están completamente vacías? Bueno, así mismo se encontraba todo a mi alrededor; completamente solo. Mi corazón se aceleró un poco. Tragué saliva y sentí un leve sabor a café. Con cada tres pasos que daba volteaba a mirar hacia atrás. Había un quiebre en el suelo que llegaba hasta un agujero sin forma y desde allí se desprendía un leve olor a tierra húmeda, similar a los rincones de mi casa. Parecían unas escaleras. “¡Bajará su put..!” fue lo que quedó en el aire antes de sentir un golpe en mi espalda. El mundo se oscureció.

Abrí los ojos y como pude me puse en pié. Estaba en un  pasillo largo con luces rojas a lo largo del techo y paredes lisas de color azul oscuro.

-          ¿Hay alguien? ¡Maldita sea!

No se veía el final del pasadizo ni el principio. Comencé a caminar con mi espalda pegada a un costado; no quería terminar muerto o descuartizado por algún Michael Myers. Aquel corredor se hizo más largo y lúgubre; la angustia llenó mi cabeza haciendo que mi cuerpo comenzara a correr.

- ¿Dónde mierda están las escaleras?

Me detuve mientras trataba de recordar el camino. “¡Cuál camino! Algún hijo de puta me empujó”. Vi una puerta grande de madera en lo que parecía ser el final del túnel; estaba entreabierta. Tarde un par de segundos, o minutos, o quizás horas, no lo sé, en reconocer aquel portón. Era lo que tanto había temido; la entrada al infierno se había abierto para mí y siete círculos me separaban del señor tenebroso. Todavía sonso atravesé la puerta y de nuevo me fui al piso; el mundo me daba vueltas. Todo se oscureció de nuevo.

Cuando recuperé la noción del espacio me levanté rápidamente y puse una mano en la pared, me dolía la cabeza. Alcé la mirada y quedé tieso. ¿Todavía piensan que el infierno es caliente y está en llamas? ¡No! , Es frío y extenso, fétido y torcido; lleno cadáveres en pena, cubierto por un manto oscuro y sonidos sin forma. La desesperación es absurda y aterradora. Se puede ver la muerte dibujada en hombres quemados, mujeres decapitadas, niños troceados, ancianos desangrados; seres que sólo caben en la imaginación del mismísimo demonio.¡Qué agonía! me sentía vulnerable, como un escarabajo en las manos de un niño; el miedo carcome el alma. Allá abajo se siente triste y vacío, como si ni la más mínima noción de felicidad pudiese existir. Se escuchan alaridos y gritos agudos que erizan la piel y rayan los pensamientos. Mi alma trataba de salir por las venas. Mi sangre estaba espesa y pesada. Dejaba de estar vivo con cada segundo que pasaba y el frío comenzaba a entumecer mis dedos. Miles de veces quise ver el infierno; miles de veces soñé con ver la figura mítica del Leviatán, y ahora, estando en su morada, comprendí que eran deseos vagos y falsos. Sentí que la cruz que llevaba puesta quemaba mi pecho; la arranqué de un solo tirón. Sentía cómo mi corazón salía de su lugar y las pulsaciones subían a mi cerebro. Comencé a gritar con la fuerza necesaria para escupir sangre. Las miradas de los muertos se hacían cada vez más intensas. Di dos o tres pasos y vi la silueta de un hombre. Se fue acercando lentamente y pude distinguir a un tipo de aspecto draculezco. “Maldito ser infernal! ¡Bastardo hijo de puta!” y una sonrisa miedosa se dibujó en su rostro; enmudecí por varios segundos; se acercó y sin pronunciar palabra alguna atravesó mi estómago con su mano. Sentí más dolor del que hubiese podido soportar un humano promedio; grité como nunca lo había hecho mientras inútilmente pateaba y agarraba su mano llena de sangre; de mi propia sangre. Luego me dejó caer.

Imagen extraída de: [http://piedradeescandalo.wordpress.com/2013/03/05/antipoetica-10-ad-limina/la-puerta-del-infierno-rodin/]
Diría que estuve 4 o 5 minutos apretándome la herida, con los ojos cerrados y la frente sobre el suelo. Levanté mi rostro. Estaba sentado justo en frente del televisor sin señal con el volumen lo suficientemente arriba como para escuchar el sonido del espectro. El libro estaba junto al café frío. Parecía mi casa pero no estaba seguro; mi corazón estaba en la garganta. “¡Mierda! Qué mal sueño” dije mientras me limpiaba el sudor de la frente. Caminé hasta el baño para lavarme la cara. Me miré al espejo y sacudí la cabeza antes de gritar y manchar el espejo de sangre; mi pecho estaba marcado por la quemazón de la cruz. Salí corriendo hacia la puerta  y la abrí intrépidamente y solo vi el cono de luz intermitente que la farola hacía sobre el césped húmedo. Dudé en salir; todo estaba muy silencioso. Intenté caminar, pero la angustia me ponía rígido y el miedo me negaba la posibilidad de mirar hacia atrás. El foco comenzó a parpadear y solo en ese instante me percaté de que era la única luz que se podía observar en todo el lugar. Tres segundos de oscuridad absoluta. Silencio. Un sonido agudo me aturdió y sentí que alguien haló de mi pié derecho tan fuerte que me sentí desmembrado. La sensación de vacío que produce una caída llenó mi estómago; golpeé mi pecho contra lo que parecía un suelo mojado y el aire de mis pulmones salió por completo. Casi sin poder respirar me levanté y vi sangre por todo el lugar. Escuchaba cómo mis pasos torcidos y arrastrados movían el líquido rojo. Hacía mucho frío y la noción del tiempo estaba perdida. No sabía si estaba vivo o muerto. Caminé por varios minutos sin poder ver alguna ruta. Inesperadamente, sentí que alguien tomó mi mano y me detuvo. “Otra vez el tipo de la carretilla...” Mi reacción fue exagerada cuando de reojo y con la escasa luz que había, pude ver a hombre, de rostro delicado y mirada penetrante. Se acercó a mi oído y escuché una suave voz; no logré entender lo que pronunció; su lengua recorrió mi rostro mientras dejaba el rastro de una horrible baba. Era el mismísimo demonio; Lucifer; el señor tenebroso. Quise gritar pero solo me salieron palabras entrecortadas. “¡Dios mío sálvame!” y sentí de nuevo un vacío. Abrí mis ojos y estaba tirado sobre el césped húmedo del parque. Estaba lloviendo suavemente y lo primero que hice fue mirar mi pecho. Estaba sucio y sentía mucho frío. Mi corazón estaba a punto de reventar. Atravesé el lugar hasta llegar a la autopista y paré a un taxi; le pedí que me llevara a cualquier lugar lejos de allí. Miré el rostro del taxista por el retrovisor, estaba mirándome y sonreía maliciosamente. No quería hablar con nadie; me sentía solo y atontado. Como si mi alma hubiese sido herida. Miré mis manos húmedas y estaba temblando [...]



@DrRascawillie



Imagen extraída de: [http://terraeantiqvae.com/m/blogpost?id=2043782%3ABlogPost%3A137486]

domingo, 23 de febrero de 2014

Me enamoré de un travesti



-Oiga marica, ¿a usted alguna vez le ha salido una mujer con sorpresa?

-No, nunca.

La pregunta salió en medio de una reunión entre amigos. Habíamos estado hablando de experiencias sexuales fuertes; claro, la segunda botella de licor estaba a punto de acabarse.

-¿Entonces qué le ha pasado?

Casi todos los días tengo que atravesar la avenida que pasa frente a la mal llamada “calle de la penicilina” y como usted no conoce los avernos de esta ciudad o se hace el desentendido, aprovecho para contarle que este sector, también conocido como la calle de las guapas, es el sitio donde se paran los travestis a trabajar. El lugar donde ellos se ganan la vida, ahí, en la galería.

Travestis, así les dicen, ¿quiénes? Ah, pues muchas personas que conozco. Los travas, los maricas, los cacorros y un montón de términos peyorativos y tan mal usados que causan no solo vergüenza ajena sino también escozor en la piel. Pasan por ignorantes, por imbéciles. Y no pienso escribir las diferencias entre un travesti, un homosexual, un transexual o un Drag Queen, averigüe usted en internet que todo lo sabe como Dios, pero no pierda el tiempo preguntándole a ese cómico galáctico que no le va a responder. O pregúntele a cualquier miembro del colectivo Armario Abierto, estoy seguro que le sacará de las dudas.

De chiquito me decían “no los mire” no sé porqué. Y desarrollé una especie de miedo hacia esos hombres que se ponían falda; de alguna manera, pensaba que me iban a insultar o a raptar. Era un niñito criado en una familia y colegio conservador, ¿qué esperaba? Y con el tiempo me di cuenta y pude entender lo que realmente eran esos travestis: seres humanos como cualquier otro; y no son travestis sino chicas trans. De este modo, puedo cambiar el título de este artículo: “Me enamoré de una chica trans”. Le voy a contar por qué.

Iba caminando por la avenida, con los audífonos puestos, escuchando Paint It Black y tarareando la canción, cuando quedé pasmado; los latidos de mi corazón se hicieron más fuertes por dos segundos al ver a Mariana, una amiga de Medellín, una paisa hermosa. “¡Mariana! ¿qué carajos hace acá?...” pensé dentro de mí. Paré en seco y medio segundo después me di cuenta que Mariana no era Mariana sino que era una chica trans y desvié la mirada rápidamente mientras intentaba torpemente de iniciar el paso. “¡Jueputa! Qué parecido o parecida o yo qué sé” me dije a mí mismo en mi lapso de shock mental. Y un segundo después, volví a mirar; tenía que comprobar y estar seguro. Efectivamente, no era Mariana, era una transexual que de aspecto masculino no tenía nada. Jamás la había visto. ¡Carajo! físicamente me pareció atractiva, y más allá de cualquier pensamiento invertebrado de los extremistas de derecha, tengo que aceptar que era toda una mujer y se veía linda. No sé si fue un reflejo psicológico o alguna relación que hizo mi cerebro con Mariana, el caso es que no pude dejar de pensar en ella. Por primera vez en mis 21 años de vida, había visto a una transexual que me parecía atractiva. Senos pequeños y firmes, un trasero no exagerado, vestía normal, sin esas faldas cortas, y tenía un abdomen que muchas de mis amigas desearían tener. Seguí mi camino intentando olvidar el asunto. Dos días después, pasando otra vez por el mismo lugar, volví a verla. Era Mariana, o bueno, casi. Fue ahí cuando reafirmé mi hipótesis, me había parecido atractiva una chica trans. Por varias semanas, seguí viéndola, ahí parada, esperando clientes, con la mirada puesta en algún lugar. Con forme la iba viendo, me iba convenciendo de que no era Mariana, a pesar de su similitud física. Y antes de que usted piense algo, le aclaro que nunca tuve, ni siquiera, un acercamiento a menos de tres metros. Y digo tres porque uno aprende a calcular distancias estudiando Ingeniería. Pero si quiere póngale dos metros y medio.

Esta sociedad está tan dañada, está tan rota y es tan mala peste, que yo sabía, incluso antes de escribir este texto, que más de una persona consideraría perverso o asqueroso el hecho. Algunos se estremecen, retuercen y hasta regurgitan cuando ven a un homosexual. Lo sé porque los he visto y escuchado. Se jactan de ser muy machos; de ser muy varones (porque, según estos sujetos, los verdaderos hombres solo se fijan en mujeres); son tan sementales que dicen poder cambiar los gustos de una lesbiana. Para ellos, cualquier inclinación que se aparte de la heterosexualidad merece repudio y castigo. Si un hombre acepta la belleza de otro hombre, es un marica. Y si lo hace de una transexual, es un cacorro y en Colombia cacorro significa que “da o se deja dar por el culo”. Lo que pocos saben es que este gobierno nos rompió el ano y sigue y sigue desangrándonos, y el colombiano promedio lo disfruta. ¡Ahhh! es que mientras haya fútbol pues que nos metan lo que sea por el culo.


“Nunca he tenido una experiencia sexual de ese tipo –Dije mientras terminaba el último sorbo del licor- pero hace poco me pasó algo que aún me tiene pensando. Básicamente vi a una chica trans y me pareció atractiva, hasta tal punto que, incluso, llegué a confundirla con una amiga que está muy buena.”

Las risas no se hicieron esperar. “Se enamoró de un travesti” fue la expresión que resonó en el salón.

- ¡Esperen! Yo no dije eso. Yo lo que dije fue que…

- ¡Acéptelo! Se enamoró de un travesti

Un chascarrillo; un chiste. Un comentario de alguien que quiere joderme. Yo me rio porque sé que su intención es solo desquitarse de todos los chistes que he hecho. Esto me hizo caer en la cuenta de algo muy común. Al menos común entre las personas que conozco. 

Claramente hay una diferencia entre amar y querer a una persona, así como hay una diferencia entre considerar atractiva a una persona y estar enamorado. Pero como muchos pasan por alto esa distinción, cuando yo digo que una chica trans es atractiva, no falta quien afirme que me enamoré de un travesti. Así que puedo cambiar, de nuevo, el título de este texto por uno más correcto: “Me pareció atractiva una chica trans”. Pero con ese título tan feo ni yo hubiese entrado a leer esto.

Y ahora estoy aquí, en Juan Valdez, sin café porque no hay plata, escribiendo esto y fastidiado por tanto escándalo. Irritado y con un tic en la ceja. ¡Lo tengo que decir! Una cosa es ser un homosexual y otra muy distinta es encender una antorcha y quemar el ambiente alrededor con actitudes fantoches y ridículas. A mí me tocó la época en donde Martín de Francisco y Santiago Moure tenían una serie llamada “El siguiente programa”. Eso era lo mejor, lo más cercano a una crítica exquisita a esta sociedad colombiana. Allí punzaban y descargaban constantemente diatribas contra un futbolista fanfarrón, hostigante y detestable por su forma de ser. Y cuando estoy acá, en este café, siento exactamente lo mismo que describían los actores del seriado cuando se referían al tipo amante de los caballos. Farolean en exceso; cansan; hostigan; rayan en lo ridículo. Justin Beiber se quedó en pañales al lado de esta necesidad tan impresionante de atención. Pero uno no puede decir nada, porque ya estamos jodidos y así estaremos por siempre. Desde que un homosexual exija respeto porque es homosexual, no hay esperanza de nada. Es que cualquier ser humano merece respeto, es algo inherente, no porque sea mujer, hombre, homosexual, lindo, feo, alto o flaco. Que no, que yo estoy equivocado y que me dejo llevar por las apariencias, me dicen. ¡Ay, compadre! Si supiera todo lo que he tenido que escuchar de un montón de niñitos que juegan a ser los rebeldes sin causa. Cucullos con un foco en el trasero, son como una batiseñal en el cielo. He pasado tres años de mi vida defendiendo la sexualidad y he conocido a muchos señores, honorables y respetados homosexuales, pero esto ya se pasa de lo pintoresco y excede los límites de mi paciencia. ¡Insoportables!. Y lo que más me cabrea es que conozco a varios de estos muchachitos desde mucho tiempo atrás, antes de que salieran del clóset. ¿Acaso les pusieron una batería que les hizo corto y por eso se volvieron así de escandalosos? Muy tonto, ridículo que hayan cambiado de personalidad. Están al mismo nivel de los fanáticos religiosos o de los homofóbico extremistas. Pero no voy a gastar más líneas en ese asunto, mejor vuelvo al cuento de la chica trans, vuelvo a lo que me pasó.

Imagen extraída de: http://www.sodahead.com/entertainment/best-hero-of-2008/question-215255/



No he vuelto a ver a Mariana, la de acá, desde hace tres meses. Quizá se fue, quizá se murió o quizá no volvimos a encontrarnos. Bueno, en realidad jamás lo hicimos; digo más bien, jamás volví a verla parada, esperando clientes. No la extraño ni me hace falta; tampoco espero volver a cruzar una mirada con ella. Lo cierto es que me enamoré de un travesti y para que me entienda mejor, con enamorar me refiero a que me pareció atractiva y por travesti a chica trans. Muchos dirán que soy un marica por lo que sucedió. No me importa. Que sigan diciendo lo que dicen y haciendo lo que hacen. Ojalá que sigan cambiándoles los gustos a las lesbianas. Y por favor, no me juzguen grandes literatos, yo no estoy dañando este idioma tan loable con mis burdas letras, a mí no me culpen, cuando llegué ya estaba así.


@DrRascawillie
"Diría yo, que una mujer inteligente siempre enamora sin importar su físico. Claro está, que hay mujeres que quieren aparentar ser inteligentes y terminan hablando cosas incoherentes y pierden todo su encanto... es más decepcionante aún si físicamente es atractiva. En tal caso, lo mejor es alejarse lenta y serenamente, ir a la biblioteca y leer un buen libro. Eso ayudará a equilibrar las cosas" E.J.
"A veces las personas evitan saludarme, y me causa risa ver cómo tratan de ocultarse. Lo mejor de todo es que me evitaron la molestia de saludar. Sería un gasto de energía innecesario fingir estar alegre por verle." E.J.