¿Otra
vez? ¡Qué pereza! A mí no me gusta leer textos que hablan mal sobre Colombia,
este hermoso pueblito Surnorteamericano, lleno de paz, democracia y esas cosas. Las personas deberían dejar de criticar tanto y ponerse a
trabajar como Dios manda. ¿De qué se quejan? Acá todo es perfecto; tenemos el
desempleo perfecto, una falta de salud perfecta, un analfabetismo perfecto, un
perfecto desdén por los demás, somos los perfectos antracitas latinoamericanos,
tenemos una inseguridad perfecta y por
si fuera poco, también tenemos ranas
de colores, aves, ballenas y demás güevonadas por las que nos sentimos
orgullosos. Pero basta de lambonerías innecesarias. Este texto está dedicado a
todos esos neófitos que luchan por una igualdad social o no sé qué.
Por
difícil que parezca, en mi vida he conocido gente que cree que la palabra
“Laico” es sinónimo de religión, devoto, creyente o algo por el estilo. Es por
esto que les voy a revelar el significado de esta palabra, “Que no tiene órdenes clericales // Independiente
de cualquier organización o confesión religiosa.” * Así es, aunque duela y
parezca una puñalada en nuestra historia, la palabra Laico es todo lo contrario
a lo que se creía. Y a mí me dolió más cuando por fin comprendí lo que quiere
decir “estado laico”, muy de la mano con el artículo 19 de nuestra formalísima
constitución y del preámbulo en donde invocamos la protección del todopoderoso.
Más tarde hice un análisis y me di cuenta que
-como si fuera el sarcasmo en su estado más puro- nos jactamos de que
Colombia es, Un Estado Social de Derecho, y un Estado Laico.
Muchos
se preguntarán de qué hablo (otros, ni siquiera van a leer hasta acá). ¿Qué es
eso de Colombofobia? Basta con unir dos
conceptos, Colombia: un país que se ha quedado en una época sangrienta
ensalzada por la televisión nacional (cada vez más en detrimento, por cierto);
y Homofobia: la aversión o desprecio contra hombres y mujeres homosexuales. En
pocas palabras, un estado subdesarrollado que desprecia y odia a un grupo de
ciudadanos con una orientación sexual diferente (aparentemente) de quienes se
sientan en esas cómodas sillas del congreso. Colombofobia es un pueblito
hipócrita y resentido ¡acá van a rebuznar los falsos progresistas! gobernado
por algunos con un doppelgänger pérfido. Son el Doctor Jekyll para las multinacionales y el Señor Hyde para
los colombianos. Un lugar donde se le vulneran derechos y se les niega la
posibilidad a los homosexuales de casarse ¡Este es mi país carajo!
Sé
que el tema ya está muy quemado. Ahora nadie quiere hablar del matrimonio entre
homosexuales. Debemos actualizarnos en noticias, como lo de la Madre Laura (la
primera Santa colombiana) o la alianza entre Venezuela y China. Cosas como esas
venden y más si se impregnan de morbo o algún debate entre ateos y creyentes o
entre quienes se creen socialistas y los capitalistas puros. Pero hoy quiero
hacer una crítica tardía y contextualizada; expresar lo que siento y pienso al
respecto. No soy homosexual, pero tengo amigos y amigas que tienen otras orientaciones;
son personas brillantes, inteligentes y excelentes seres humanos.
Mientras
estaba de moda el tema, tuve la oportunidad de charlar con muchas personas al
respecto y por circunstancias interesantes terminé en una discusión o lo que
la gente llama eufemísticamente “Debate” con un grupo de personas que
pertenecen a comunidad LGTBI -o como
elegantemente se dice entre los pasillos del congreso: “los mariquitas” -
algunos estaban a favor y sorprendentemente otros no. Estos últimos
argumentaban que Colombia no está preparada para esta clase de legislaciones.
Sin embargo, hay que aclarar que esta hermosa patria nunca ha estado ni está
preparada para nada. ¿Estaba Colombia
preparada para “abolir” la esclavitud? ¿Estaba Colombia preparada aquel
primero de diciembre de 1957 para darle la posibilidad de votar a las mujeres?
¡No! Seríamos muy ingenuos al pensar que primero se debe hacer un proceso de
educación en este tema antes que legislar, porque nunca será posible arrancar
de esa mente conservadora, mojigata y cromagnona las ideas homofóbicas,
misóginas y machistas. Pero no seamos
tan históricos, ¿Colombia estaba preparada para un TLC con EEUU? Pero ¡Claro!
¡Es obvio! con el tratado de libre comercio muchos ganan platica; en cambio con
el matrimonio igualitario no hay billete de por medio (al menos no lo
suficiente). Lo que más me sorprendió
del debate fue que alguna persona dijo que muchos buscaban poder casarse para
<<No estar en pecado con Dios>> (y tuve que reprimir mis deseos de
reír). Pero es bastante válida la postura ya que bajo los estamentos bíblicos,
una pareja debe estar cobijada bajo “el santísimo” matrimonio, es decir, tener
la firma de Dios. Algunas horas después leí algunas frases que me hicieron
reflexionar y pensar sobre curioso que resulta defender la creencia en
Dios cuando la misma religión (y su texto sagrado) los trata como unas basuras.
Muy respetable su posición. Yo por el contrario soy un adepto al concepto de
“lo único sagrado es que no hay nada sagrado” que dejó plasmado Aleister
Crowley.
A
ver, a ver… nada de drama con los que creen en Dios, pero ¿por qué tiene que
entrar con la biblia debajo del brazo al congreso (o senado o lo que sea)? ¿No
se supone que deben jurar lealtad a la CONSTITUCIÓN POLÍTICA COLOMBIANA? Y me surgen otras dudas, ¿No se supone que
deben velar por los derechos y libertades de todos los colombianos? Unos dicen
que aprobarlo sería dañar el concepto de familia ¡Eso sí me hace reír! Espero
que los conservadores inquietos, consulten sobre el origen del concepto de
familia que tenemos hoy en día ¡perverso! y yo definitivamente tengo que
decir lo que pienso: el problema es de
religión, voluntad política e idiosincrasia. Primero, acá todos los creyentes
creen tener la pura razón, se creen los post-metafísicos (sí, sí. Post, de ahí
parte lo caricaturesco) del siglo XXI. Segundo, la mayoría de los que están en
el congreso son fieles misóginos y machistas, lo que dificulta una política
transparente que vele por los derechos fundamentales de los ciudadanos. Finalmente
Colombia es todo un cúmulo de tradiciones arraigadas y totalmente permeadas por
un conservatismo nauseabundo.
¿Qué
sería de Colombia sin todos esos negros esqueléticos que mueren hambre?
¡Perderíamos el folklore! ¿Debería Colombia evolucionar en un estado realmente
libre e intercultural? ¡Claro que no! Iríamos en contra de ese nazi colombiano
que todos tenemos, no podemos dejar perder el Führer antisemita y
anti-homosexual (o anti-todo lo contrario a la única y verdadera religión). ¡No podemos perder nuestra esencia! En este
país se deben prohibir el matrimonio homosexual, el aborto, la legalización de
las drogas y otras cosas… al menos hasta que se vea un CVY de esos motivadores;
de esos que realmente hacen reflexionar.
Pero
¿Qué más puedo hacer? Criticar y expresar lo “Acaparador, alborciador,
alborotador, alcornoque, ametrallador con babero, anacoluto, analfabeto,
analfabeto diplomado, anfitrión, animal, antipático, antracita, antropófago,
antropopiteco, aprendiz de dictador a la nuez de coco, archipámpano, arlequín,
arrapiezo, asno, Atila de guardarropía, atontao, atropellador […]” (y los demás
improperios del capitán Haddock) que puede llegar a ser un congresista
colombiano. Me ofende que tengamos tantos congresistas excrementales que
coartan los derechos de algunos ciudadanos. ¡Este es Colombofobia! el pueblito
en el que nací, que Como dice Pablo Rolando “Mucho de paternalista, pacato y
absurdo hay en las leyes de nuestro país.”
*[Fuente:
diccionario de la lengua española, vigésima segunda edición]