martes, 30 de agosto de 2016

Me follé a la mejor amiga de mi novia

Amores baratos, moteles sucios y cosas que pasan. Tercera parte.


Me follé a la mejor amiga de mi novia 

<< Un deseo, una aventura que se volvía cada vez más adictiva por tanta adrenalina que liberaba. En ese punto entendí que me estaba enamorando y dije para mí mismo, “Mierda,  esto va a ser un problema”  >>

Dicen que uno no elige de quién se enamora. Esto es mentira. Quizás uno no puede elegir, o más bien, controlar, para quién somos sexualmente atractivos o quién nos inspira deseos carnales, sexo, a primera vista, pero sí que podemos controlar con quién tenemos una aventura, un romance o una relación. Lo prohibido siempre será lo más provocativo así esto nos haga daño.

Era sábado en la mañana. Llegó a mi casa 12 minutos tarde, lo sé porque miraba el teléfono cada 30 segundo esperando ver algún mensaje de ella.

¿Cómo se saludan dos personas que saben que están haciendo algo que para la sociedad en general está mal? ¿Cómo se supone que debía saludar a la mejor amiga de mi novia con quien estaba a punto de follar?

Durante la noche anterior estuve nervioso. Se me pasó por la mente que todo era un plan, es decir, aquello iba muy rápido y sin problemas. ¿Qué tal que Gabriela estuviera tendiéndome una trapa y apareciera con Mariana? ¡Eso sí que sería un desastre!

- Casi que no llego – dijo con cierto tono agrio-

- ¿Cómo está? ¿Quiere tomar algo? – pregunté tratando de hacer el momento más ameno-

- Bien, ¿Y usted? No, gracias.

- Venga –le agarré su mano- subamos.

A ella le gustaba el sexo fuerte al igual que a mí. A ella le gustaba ser dominante al igual que a mí. Pero yo no funciono bajo la sumisión. A mí me encanta morder, dar palmadas muy fuertes, halar el cabello, asfixiar, amarrar… pero si eso lo hacen conmigo, me apago, no tengo erecciones fuertes. Lo único que podía hacer era llevar las cosas bajo mi control y asegurarme de que todo marchara bien.

La tiré a la cama y le mordí los labios hasta escuchar sus gemidos. Había estado esperando esto por mucho tiempo. Le arranqué lo que traía puesto. Su ropa interior era negra con un encaje perfecto. Sus senos eran pequeños, exactamente como más me gustan, su cuello largo y provocativo. Mis manos sentían la suavidad de su piel; mis dedos, acostumbrados al tacto delicado, podían sentir esa vibración que produce el roce entre las epidermis; su aroma era característico, dulce, sensual; sus piernas tersas y blancas; sus nalgas perfectas para recibir un apretón o una buena palmada evocaban mis deseos más profundos. Seguí bajando y llegué hasta su ropa interior que con mis dientes y mis manos logré quitar. Pronto pude ver la cuna de Dionisio; la copa del vino prohibido color sexo. Estaba húmeda, palpitante, exquisita. Mi boca mordió su entrepierna y sentí cómo su mano haló de mi cabello; comencé a jugar con su clítoris, millones de terminaciones nerviosas concentradas en un pequeño botón que produce una muerte pequeña enajenada de placer. Miles de papilas gustativas se habían perdido en el sabor de la lujuria y el alcohol de la pasión.

Sin interrumpir mi bebida, saqué el condón que había puesto estratégicamente debajo de la almohada. Mi corazón se aceleró y sentí un vacío en el estómago. Estaba a segundos de cumplir una de mis más grandes fantasías. Me cercioré de que estuviera lo suficientemente lubricada y entonces entré en ella… despacio, con calma. Sintiendo el calor y la presión; escuchando sus leves gemidos entrecortados por su respiración agitada. Bastará con decir que hubo cuerdas, vendas, olores, sabores, hielo y velas encendidas; sus nalgas quedaron rojas y su espalda marcada por mis mordidas. En ese momento ella se había perdido  en el clímax  por culpa de varios Squirts que habían mojado toda mi cama.

Era momento de mi cierre. Así que me senté sobre su abdomen, apoyándome en mis rodillas. Ella agarró con su mano al que se alzaba firme y comenzó a moverlo. Estuvimos varios minutos en esa posición, luego me acosté y ella se puso entre mis piernas. Su boca y su lengua jugaban deliciosamente y aunque no superaron a Martha, pude sentir cosas increíbles. Después de varios minutos, sentí que iba a terminar.

Consideración No.26. Avisar una eyaculación cuando la mujer está haciendo sexo oral es un acto caballeroso y noble que se puede omitir de vez en cuando.

Exploté y llené su boca de semen. Me miró a los ojos y sonrió sin parar; continuó extrayendo cada gota hasta que sentí cómo se tragaba el fluido estéril. Me sentí un hombre bueno por ayudarle a prevenir el cáncer.

Consideración No. 31. Si después de que el hombre haya eyaculado en su boca ella sigue masturbándolo, sabiendo que hace falta sacar un poco más, entonces ha sido una buena mamada.



Hay cosas que no tienen un comienzo claro. Supongo que hace parte de la misma naturaleza de las relaciones entre seres humanos. Esta historia tampoco lo tiene, pero le voy a poner dos: sin ser un brujo o adivino, uno sabe muy bien cuando alguien, algún día, en algún lugar y bajo alguna circunstancia, será un amante. Ambos lo sabíamos, pero no fue sino hasta meses después que las cosas se dieron.

La conocí poco tiempo después de comenzar a salir con quien era mi novia. Había escuchado de ella en las primeras citas con Mariana pero no presté mucha atención a esas aburridas historias de dos amigas que se cuentan sus cosas. La vi en persona una par de semanas después. Gabriela cursaba sus últimos semestres en artes plásticas, inspiraba sexo y era físicamente atractiva pero con cierto desdén por su imagen personal, o al menos esa fue la primera impresión que me dio. No hubo mucha química entre nosotros, en parte porque era una mujer muy sobrevalorada, a veces parecía un cadáver asechada por tantos buitres, y esto hacía que su ego fuese fastidioso, más cuando intentaba pasar por humilde y sencilla, o peor aún, por una niñita rebelde y fría.

El caso es que desde que la conocí tuve la sensación de que algo iba a ocurrir. No sé cómo explicarlo, simplemente lo sabía casi que por intuición.  Ella era la mejor amiga de la chica con quien estaba saliendo y esto me hacía sentir culpable. Lo cierto es que ella siempre me despertó deseo… estaba buena, sobrevalorada, pero buena. Tenía un trasero grande, un rostro lindo, cabello largo  y su forma de ser me sacaba de quicio, que por culpa de su misma arrogancia y egocentrismo siempre la imaginaba amarrada a mi cama con sus ojos vendados.

Unos seis meses después a Mariana se le ocurrió la idea de salir en parejas. Su mejor amiga con su novio, un tipo no muy agraciado, ella y yo. Fuimos a un restaurante. Sorpresa la que me llevé al ver a Gabriela después de tanto tiempo; estaba más hermosa y despampanante, sobretodo porque parecía haber mejorado en su presentación personal. Yo trataba de disimular lo mucho que me atraía en ese momento y supongo que ella lo notó a decir por sus miradas y sonrisas maliciosas.

Esperando las entradas, sentí cómo su pierna acarició mi rodilla y luego mi entrepierna. Pegué un salto que me hizo tumbar la copa llena de agua. Uno de los meseros ayudó a secar.

- ¿Qué pasó? – preguntó Mariana-

No sabía qué responder y la mirada de todos me ponía más nervioso. Era claro que Gabriela solo quería para jugar conmigo y provocarme-

- Nada, solo sentí un dolor en una pierna – dije torpemente-

- ¿Un dolor? – preguntó el novio, a quien llamaremos Tontoniel-

- Sí, un dolor – respondí con desdén-

Gabriela tenía una sonrisa de satisfacción. La miré con rabia y desafío a lo cual ella respondió con una señal de importaculismo-

- Iré al baño –dijo Tontoniel-

- Yo también – respondió Mariana-

Ambos se pararon, cruzaron el hall y se perdieron en la vuelta del pasillo. Ahora estaba solo con ella y me puse nervioso. Pasaron varios segundos.

- ¿Por qué lo hizo? – le pregunté en tono acusativo-

- ¿Hacer qué? – respondió-

¡Usted sabe de lo que le hablo! No me tiente porque soy capaz de… - paré en seco-

¿Hacer qué? – dijo ella con el ceño fruncido-

Justo en ese momento regresó el novio del baño.

- Pues yo iré también – dije mientras me paraba-

Entré al baño y me juagué la cara, en ese momento estaba algo confundido. Me lavé las manos y volví a salir. Al cruzar la puerta, Gabriela salía del baño de mujeres. Me miró de reojo y su rostro lanzó una expresión de decepción. Le agarré la mano y la halé bruscamente hacia mí.

- La mordería hasta arrancarle el labio – le dije retándola-

- ¡Suélteme! – Respondió ella mientras golpeaba mi pecho-

- ¿No me cree? – dije mientras la volvía a acercar a mí-

- ¡No hable tanto y hágalo! – Me respondió de forma exasperada-

En ese momento me lancé y la empuje hasta la pared de una manera violenta. Ella gimió de placer. Le mordí el labio hasta que sentí un sabor ferroso en mi boca mientras mi mano se hacía falda arriba, apretándole la entrepierna para luego sentir su sexo húmedo y caliente.

Consideración No 14. Cuando uno sabe que está haciendo algo que no debería, cada segundo es eterno y cada sonido se convierte en pasos de alguien que se acerca a descubrir la escena.

Ella me apartó con un empujón. Estaba muy agitada. Se tocó el labio para luego ver sus dedos manchados de sangre. Me miró con los ojos aguados por el dolor.

- ¡Jueputa! esto me va a durar una semana. – dijo mientras se mordía tratando de parar la sangre-

Se acomodó la falda y se fue. Mis manos temblaban. Regresé al baño y  me miré fijamente a los ojos esperando que el sujeto que se reflejaba me dijera qué había acabado de suceder. Sentí muchas cosas excepto remordimiento. Tenía mi corazón a mil y ahora quería más. El resto de la noche estuve evasivo y sudando frío.

Desde ese día nos enviábamos mensajes cada tanto con frases provocativas. Comencé a frecuentar más la universidad y a hablar con ella mientras tomábamos café. De alguna forma le dije que quería tener sexo con ella, que la deseaba intensamente. Dijo que iría a mi casa el fin de semana.

Después de haber terminado nuestro primer encuentro, aquel sábado en la mañana, ella se acostó sobre mi pecho, o yo sobre sus piernas, no lo recuerdo. Nos quedamos en silencio, abrazados, por 6 minutos, mientras le besaba tiernamente su cuerpo.

- Yo pensé que todo era una trampa… -Ella rompió el silencio-

- ¿Una trampa? –Respondí sin demostrar importancia-

- Sí, que cuando llegara Mariana iba a estar aquí

- ¿Y yo por qué haría eso?

- Porque los hombres son muy hijueputas

- Pues no. Yo no haría eso.

Con el paso de los días nos veíamos más seguido y los momentos se hacían cada vez más intensos. Por alguna razón, buscábamos más adrenalina; nos arriesgábamos más, hasta tal punto de agarrarle las nalgas en plena calle e incluso besarnos en pleno café cuando su novio o Mariana estaban a unos cuantos metros.

Pasaron varias semanas antes de volver a concretar otro encuentro sexual. Nos volvimos a ver, esta vez en su casa. Llegué a tiempo, pero esperé 13 minutos en una tienda cerca a su casa.

Consideración No. 5 Cuando un hombre es demasiado intenso, da la sensación de estar desesperado, de estar  hambriento y, por lo tanto, no come.

Cuando me abrió, noté una leve sonrisa en su rostro. Tenía puesta un pijama corto que se abría en el centro y dejaba ver sus piernas y parte de su abdomen. Miró hacia los lados, buscando algún vecino indiscreto, tomó mi mano y me haló. Cerró la puerta de golpe y contra ésta me besó apasionadamente, mordiendo mi labio y jugando con sus manos. Para ese momento yo ya estaba duro.

- ¿Quieres tomar algo? – era bastante raro que ella me hablara así-

- Agua está bien, gracias. – Respondí con cierto aire de satisfacción-

- Tengo whisky…

- ¡Con hielo, por favor!

Me trajo un trago y me guió hasta el tercer nivel. Cerró y puso el seguro. Su habitación era pequeña y acogedora, tenía alfombra gruesa y unos cuántos peluches sobre una silla, su cama estaba sin arreglar. Bebí un poco y puse el vaso sobre un escritorio lleno de papeles y fotos. Ella saltó y se metió debajo de las cobijas invitándome a seguirla. Me quité los zapatos y el saco, toqué el bolsillo de mi pantalón para estar seguro de que traía condones.

Esta vez fue distinto. Quería tomarme el tiempo para ver su cuerpo, sentir de nuevo su piel;  sentir sus nalgas en mis caderas; sentir cómo sus piernas apretaban mi rostro mientras ella se perdía en placer del sexo oral; ver cómo arqueaba su espalda después de cada squirt… eso era placer de dioses.

A pesar de no ser tan agresivo, sus nalgas quedaron rojas y su espalda marcada, con la diferencia de que esta vez no había sido un encuentro netamente carnal. Ambos lo sabíamos pero ninguno quería aceptarlo.

Consideración No. 16. Preguntar en qué lugar de su cuerpo desea que eyacule es un protocolo que da caché y buena imagen, sobre todo si ella carece de escrúpulos.

Me dijo que en sus senos. Así que me puse sobre ella y me recosté en sus piernas que estaban flexionadas. Agregó un poco de lubricante a sus manos. Sus movimientos eran muy placenteros. De vez en cuando cambiaba de mano.

- Oye, me cansé… -dijo mirándome a los ojos-

Consideración No. 23. Es de caballeros ayudar a las mujeres cuando tienen la mano cansada de tanto masturbar al hombre.

Le guié con mis manos mostrándole la manera y el ritmo preciso para que yo terminara más rápido. Después de unos minutos, sentí que estaba a punto de llegar. Me alcé un poco y dejé salir mi fluido vital, llenando su abdomen, senos, cuello, cabello, espaldar de la cama y almohada.

- ¿En dónde hay papel? –Pregunté mientras le sostenía sus manos-

- Está en el baño – respondió mientras miraba su cuerpo-

Consideración No. 18. Ayudar a limpiar el semen después de eyacular sobre ella, siempre será un acto bondadoso que suma puntos a la hora de evaluar su desempeño sexual.

- ¿Dónde dejo esto y el condón? – dije con una bola en mis manos-

- Póngalos sobre la mesa que ahora los boto. – de repente volvió a hablarme de usted-

- Puede conservar el condón de recuerdo… -me miró rayado- ¡está bien, era una broma!

Pasé los siguientes minutos recostado sobre sus senos acariciando suavemente su abdomen y cadera, pensando en todo y a la vez en nada. Esta vez el sexo había sido más tierno, y esto, claramente, no era bueno. No lo era porque se suponía que todo era algo netamente sexual, producto de algún ciclo hormonal, un deseo, una aventura que se volvía cada vez más adictiva por tanta adrenalina que liberaba. En ese punto entendí que me estaba enamorando y dije para mí mismo, “Mierda,  esto va a ser un problema”.

Al igual que la primera vez, nos bañamos juntos. Mientras el agua caliente ayudaba a empañar los vidrios, me preguntaba qué tan dispuesto estaba a dejar a mi novia e iniciar una relación extraña con Gabriela. Pero en el fondo sabía que no funcionaría, ella no iba a dejar a su novio, que por cierto, comenzaba a sospechar que algo raro estaba pasando, sobre todo por la distancia sexual que había últimamente, pues resultaba mejor para ella lidiar con la falta de apetito que tener que explicar las marcas y moretones en su espalda y piernas.

Consideración No. 21 cuando dos amantes creen que las cosas van bien es porque en realidad todo está a punto de terminar.

Los siguientes días pasaron tranquilamente. Sin embargo, la presión comenzó a aumentar porque el novio de Gabriela se había puesto demasiado intenso. Sospechaba de algún tipo de infidelidad, aunque claro, yo no estaba en su lista, era demasiado torpe para darse cuenta de que me follaba a su novia. Pero esta situación tensó la relación con mi amante; ella no era de dar explicaciones ni de soportar dramas.

No entraré en detalles sobre lo que pasó en las semanas siguientes, solo diré que la vida es un chiste que a veces resulta pesado. Me enteré de que mi novia tenía un romance con un sujeto que trabajaba en la misma empresa que ella, un tal Lucas. Yo no podía hacerle ningún tipo de reclamo, no tenía la moral para hacerlo, pero lo hice. Mariana decidió terminar la relación porque, según ella, estaba confundida, atribuyéndome la culpa por estar tan descuidado con ella. Gabriela decidió mandar todo a la mierda porque decía que no quería perder a su mejor amiga y que amaba a su novio. Traté de convencerla, relatándole lo que podría pasar en un tercer encuentro o en las historias que tendríamos juntos. Me quedé solo.

La historia podría decirse que acabó aquí. Ciertamente no volvimos a vernos ni a hablar. Poco después se comprometió con su novio. Mariana comenzó a salir formalmente con Lucas. De vez en cuando me cruzo con Gabriela y siento un vacío en mi estómago. Supongo que son vestigios que quedan de historias imaginadas que se cumplieron a medias y terminaron mal. 

De esta aventura saben muy pocos, tres o cuatro personas como mucho. Juré mantener en secreto a los actores de esta tragicomedia. Es momento de confesarles un pequeño detalle que, hasta cierto punto, cambia el sentido de todo. Esta historia me la contó una mujer. Fue ella quien se folló al mejor amigo de su novio y quiso relatarme lo que pasó. Le dije que la escribiría a mi nombre y en primera persona sin cambiar mucho los hechos. Ella estuvo de acuerdo.

Escrito por Erik Vallejo 


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